Hablar de algo monstruoso es darlo como desconocido

Eva giberti escribió un articulo en Página 12 donde critica el enfoque que se le dio al caso del violador Armando Lucero que tuvo 7 hijos con una de sus hijas.La columnista aseguró que “describir (como monstruoso) aquello que protagonizan violadores y víctimas intenta salirse del tema, buscar lo ajeno, lo indescriptible, para no asumir lo que es perfectamende definible y puede enunciarse con claridad”.“Se habla de monstruo por el terror que produce reconocer lo que es y lo que sucede. Hablar de monstruo es alejarse de los hechos y adjudicarle al delito categoría de lo inasible y lo distante. Es de otro planeta, de otra raza no humana. Hablar de monstruo coloca el tema en lo espectacular y cinematográfico. Que le pasa a otro y hacen otros.”. No nos engañemos: este artículo lo está leyendo un padre violador y una mujer que fue violada por su padre. Lo está leyendo su vecino o su amigo que viola a su hija. Y no lo está leyendo la niña de 10 años que cada noche se aterroriza cuando siente que el padre se acerca a su cama. A esas niñas las escuchan los especialistas sabiendo que librarán una contienda durísima no sólo ante determinados jueces sino frente a los incestuosos acompañados por sus defensores dispuestos a demostrar que ellas inventaron los hechos. O ADN de los hijos de ella mediante, que la hija sedujo al padre. Las defensas de los incestuosos son crónicamente semejantes. Se argumenta que son inimputables por ser compulsivos (no pueden dejar de violar), también se afirma que la hija consintió. ¿Qué otra cosa puede hacer una niña de 8 o 10 años cuando su papá le dice “todos los papás hacen lo mismo y ahora es un secreto entre vos y yo”? La autora también sostiene que utilizar la palabra abuso al realizar la defensa del acusado constituye la maniobra clave para dejar al sujeto al margen de la gravedad del delito. No es casual la circulación de esta palabra sacralizada por las convenciones sociales: porque abuso sólo apela a la imaginación de quien lee o escucha, incesto nos coloca ante la escena irredimible: un padre que viola a la niña que engendró.

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